martes, 9 de junio de 2015

Una de tantas

Esta es la historia de una niña, que tomó una decisión, ella sola y sin autoestima decidió para la canción que suena al fondo de su pecho y que llamamos corazón, por culpa de su reflejo decidió decir adiós.
En el fondo de su café había una gota de amargor, era un sollozo en la pared, el dolor en su corazón. Se apartaba de los demás, se escondía tras un rincón, ella temía al que dirán encerrada en su habitación.
Y la vida se le escapa como el agua por la cascada, como la foto que rompió, como el ayer y el mañana.
Ella solo se odia a si misma, mira el espejo y lo destruye, y se compara con artistas mientras su estima disminuye.
No sabe bien a donde va, ella solo hace que, no sabe que hacer ni que decir, quiere cortar ya de raíz.
Mientras dolida en su cuarto, no puede contener el llanto, ni el llanto ni los lamentos que viven dentro de su cuerpo.
Te quedaste a mi lado y caiste dormida. Tumbada sobre la cama veía pasar la vida. Castaña de ojos marrones y el alma perdida... En la cara una lágrima... En el corazón la herida.
Y todo empieza a acabar, mientras que todo sigue igual, unos riéndose de los demás, otros buscando su final.
En este mundo del revés, mirando cara a la pared, odiando nuestro reflejo limitados por una red.
La chica dejo una última nota, explicando aquel por qué, la nota, sucia y medio rota, declaraba que...
Esto es una carta de despedida, me despido de todas aquellas personas que hicieron que me quitase la vida, de todas aquellas personas que me insultaban, que me humillaban, esas personas que me hacían sentir que no valía para nada.
No puedo más, no puedo seguir así. No puedo con todo.
Me siento impotente. Me siento inútil. Me siento basura. Me siento alguien que ha acabado aquí por error. Me siento alguien que no sabe si todo esto es por lo que soy o por lo que nunca he sido.
¿Por qué yo no podía ser feliz?
Escribo esto con lágrimas en el corazón y sangre en los ojos. 
Y lo veo, veo como, poco a poco, mi propia vida se me escapa entre estos dedos que ahora sostienen un cuchillo. Veo mis lágrimas caer y atravesarme la cara hasta llegar al cuello. Veo como, cada vez que miro, tengo una razón más y una esperanza menos.
Esta nota debería ser fácil de entender... Adiós.
Veo que mi sufrimiento no cesa, que ya nada me puede parar.
Que la vida es corta y ha llegado mi final.