En aquella lectura tan intensa de página y media pude
apreciar que si, lo que contaba era cierto, tendría razón al escoger el título
que le puso.
Esa lectura trataba de una niña, se supone que hablaba de ella,
una niña poco afortunada en la vida, una vida en la que se sometía a terribles
maltratos por parte paterna y sollozos por la materna, por suerte o por
desgracia la vida le arrebató a sus padres en el décimo cumpleaños que ella celebraba,
ella contaba que en la escuela tampoco son muy amables e insultaba a su
compañero Fran, que venía de una familia demasiado rica y se permitía el lujo
de hacerle lo que le hace su padre en casa.
Yo no podía quedarme de brazos cruzados leyendo una historia
del 66 que poseía tanto sentimiento entre líneas, hubo momentos en los que me
sentí hasta mal por haber robado esa libreta negra, de esa casa blanca, de esa
mesilla casi podrida por el tiempo, sabía que la vida no había sido demasiado
buena con ella pero yo intentaba buscarle una solución, esa señora tenía que
estar viva, cerca de 45 años tendría, en un momento pensé que, después de
tantos años habría encontrado una vida mejor, con una familia y unos hijos.
No me la podía imaginar en su juventud, me daba miedo, me
asustaba pensar en esa niña fruto de tanto sufrimiento, a cualquiera le
asustaría, a nadie le gustaría imaginarse a un bebé lleno de moratones con los
ojos ensangrentados.
Pensando en que pudo pasar en su adolescencia me dispuse a
leer el segundo relato.
Continuará
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